Patología laboral y patología profesional son dos conceptos diferentes en relación al trabajo. Se considera patología profesional aquella que está directamente derivada del trabajo en sí mismo o del ambiente que la rodea y en la que puede establecer una relación de causa-efecto entre los trabajo y enfermedad. En cambio, patología laboral es la derivada de la influencia del trabajo sobre una situación normal o patología preexistente del individuo, que favorezca de forma inespecífica, y nunca como única causa, la enfermedad.
El trabajo se halla expuesto tanto a la patología profesional como laboral, siendo ésta inseparable no sólo de cualquier trabajo, sino de cualquier actividad. Por ejemplo, las enfermeras sufren más de varices que la población general, pero no a causa directa del trabajo (trabajar de enfermera no equivale a padecer varices) sino debido a que, dada una predisposición a padecerlas, el hecho de estar de pie las facilita. En cambio, un minero que respire aire cargado de sílice será un silicótico seguro. George Bauer (siglo XVI) publicó un libro sobre la situación en las minas y observó que en los Cárpatos habían mujeres que eran viudas de hasta siete mineros a causa de la silicosis.
La mayoría de las enfermedades de la vejez son consecuencia de factores de riesgo profesional, pero la etiología, la verdadera causa, es múltiple.
Ya se ha hablado de la acción de la contaminación sobre la población general; pues bien, en algunos trabajos y empleos esa contaminación es muy superior a la normal, como lo que la patología causada es mayor tanto en frecuencia como en virulencia y mortalidad.
Pretender dar una lista de todos y cada uno de efectos nocivos sobre la salud de todo los contaminantes laborales y profesionales sería tarea interminable, pero sí es interesante comentar algunos de ellos.
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