Estudios recientes en Cataluña (España), demuestran que el tabaquismo o hábito de fumar fue el responsable de la muerte de 5.695 personas en 1977.
El tabaco en forma de cigarrillo apareció en el siglo XX se uso se generalizó, sobre todo, después de las dos guerras mundiales; en nuestros días la población fumadora es realmente numerosa: en los países desarrollados, el 38 % de la población comprendida entre los 10 y 65 años son fumadores y sólo 1 de cada 10 piensa que le es perjudicial.
El humo del tabaco contiene multitud de sustancias agrupables en dos (fases): fase gas (monóxido de carbono) y fase partícula (nicotina y alquitrán). El alquitrán a su vez se compone de hidrocarburos policíclicos y nitrosaminas (cancerígenos); fenoles, cresoles, etc. (co-cancerígenos) y ácido nítrico, dióxido de nitrógeno, acroleína, etc. (irritantes). La nicotina y el monóxido de carbono son responsables del aumento de riego que sufren los fumadores respecto a la incidencias de padecer enfermedades cardiovasculares; la nicotina provoca la liberación al torrente sanguíneo de colesterol y esto colaboran en la aparición de obstrucciones de los vasos.
Se han realizados numerosísimos estudios sobre el tabaco y su incidencia sobre la salud y los más importantes han sido los de Doll e Hill (1964) Kahn (1966), Best (1966) e Hirayama (1974), La revista Surgeon General fue la primera publicación en advertir al público de los peligros del tabaco (1964).
La probabilidad de morir antes de los 65 años, es el doble para los fumadores que para los no fumadores; fumar 40 cigarrillos por día representa acortar nuestra vida media en 12 años aproximadamente y el consumo de sólo 10 cigarrillos lo hace en 5 o 6. El fumador tarda 10 años, desde que deja de fumar, en tener el mismo riego que la población general.
Hay muchos factores que influyen sobre el tabaquismo; así se establecen diferencias según la edad de comienzo del hábito, los años que se lleven fumado, el número de cigarrillos/día, el número de inhalaciones por cigarrillo, si el tabaco es de pipa, puro o cigarrillo (tabaco rubio o negro), etc. Con todo, lo verdaderamente peligroso es fumar.
Los principales riesgo del fumador se concentran preferentemente en el cáncer de pulmón, la bronquitis crónica y enfisema y la cardiopatía isquémica. También desarrollan, los fumadores, el cáncer de boca y laringe, el cáncer de vejiga urinaria y de vesícula biliar, el ulcus duodenal, etc.
Se puede afirmar que el tabaco es el responsable del 90 % de las neoplasias o cánceres de pulmón, del 75 % de los bronquitis y 25 % de las cardiopatías isquémicas en varones mayores de 65 años.
El consumo y abuso de tabaco aumenta las probabilidades de aborto a partir del tercer mes, la probabilidad de fotos muertos y de morbilidad prenatal, además de provocar una pérdida de peso del recién nacido. Los lactantes cuyos padres son fumadores tienen más riegos de padecer bronquitis.
Una mujer que tome anticonceptivos orales y que fume, aumenta considerablemente el riego de padecer trombosis.
El monóxido de carbono que inhalamos al fumar pasa a la sangre, donde se combinará con la hemoglobina (transporte fisiológico del oxígeno) con una afinidad 210 veces superior que el oxígeno, quedándose éste sin (transporte); esto provoca que llegue menos cantidad de oxígeno a los tejidos, incluido el cerebro, por lo que aparece el cansancio precoz.
Un ambiente contaminado por el humo de cigarrillos irrita los ojos, provoca molestar general y sequedad de boca, además de hacer copartícipes a los no fumadores del riego de los fumadores; las esposas de fumadores tienen doble riesgo de padecer un cáncer de pulmón que las esposas de los no fumadores.
La lucha contra el tabaquismo se debe realizar desde muchos frentes. Así, debe intentarse disminuir la cantidad de sustancias nocivas que contiene el tabaco, proteger a los no fumadores, regula su uso en los locales públicos, limitar su publicidad, etc. Los médicos deben dar ejemplo de ello, aun cuando las estadísticas demuestren que más del 50 % de los médicos fuman y que cerca del 30 % de ellos lo hacen delante de sus pacientes.
El fumador debe dejar de fumar por su propio bien y por el de los que le rodean. Hay toda una serie de medidas tendentes a contrarrestar, en parte, los efectos nocivos del hábito: usar cigarrillos con filtro o boquilla, papel lo más poroso posible (producen menos CD), no tragar el humo, espaciar las caladas, tirar el cigarrillo cuando esté por la mitad, no tener el cigarrillo en la boca, etc. Un grupo de científicos del Instituto Psiquiátrico de Londres afirmaron recientemente que los pitillos de bajo contenido en nicotina no quitan ni disminuyen riegos, pues el fumador mantiene los niveles de nicotina en sangre ya que lo más probable es que aumente el consumo de cigarrillos, inhalando más alquitrán.
La investigación médica no deja de aportar nuevos datos en contra del hábito de fumar; un trabajador del Dr. Kark, publicado en The New England Journal of Medecine, afirma que el fumador padece con más frecuencia afecciones por virus gripales y de forma más grave y duradera. De esta experiencia realizada en condiciones objetivas, se desprende que el 68,5 % de los enfermos de gripe eran fumadores.
El tabaco en forma de cigarrillo apareció en el siglo XX se uso se generalizó, sobre todo, después de las dos guerras mundiales; en nuestros días la población fumadora es realmente numerosa: en los países desarrollados, el 38 % de la población comprendida entre los 10 y 65 años son fumadores y sólo 1 de cada 10 piensa que le es perjudicial.
El humo del tabaco contiene multitud de sustancias agrupables en dos (fases): fase gas (monóxido de carbono) y fase partícula (nicotina y alquitrán). El alquitrán a su vez se compone de hidrocarburos policíclicos y nitrosaminas (cancerígenos); fenoles, cresoles, etc. (co-cancerígenos) y ácido nítrico, dióxido de nitrógeno, acroleína, etc. (irritantes). La nicotina y el monóxido de carbono son responsables del aumento de riego que sufren los fumadores respecto a la incidencias de padecer enfermedades cardiovasculares; la nicotina provoca la liberación al torrente sanguíneo de colesterol y esto colaboran en la aparición de obstrucciones de los vasos.
Se han realizados numerosísimos estudios sobre el tabaco y su incidencia sobre la salud y los más importantes han sido los de Doll e Hill (1964) Kahn (1966), Best (1966) e Hirayama (1974), La revista Surgeon General fue la primera publicación en advertir al público de los peligros del tabaco (1964).
La probabilidad de morir antes de los 65 años, es el doble para los fumadores que para los no fumadores; fumar 40 cigarrillos por día representa acortar nuestra vida media en 12 años aproximadamente y el consumo de sólo 10 cigarrillos lo hace en 5 o 6. El fumador tarda 10 años, desde que deja de fumar, en tener el mismo riego que la población general.
Hay muchos factores que influyen sobre el tabaquismo; así se establecen diferencias según la edad de comienzo del hábito, los años que se lleven fumado, el número de cigarrillos/día, el número de inhalaciones por cigarrillo, si el tabaco es de pipa, puro o cigarrillo (tabaco rubio o negro), etc. Con todo, lo verdaderamente peligroso es fumar.
Los principales riesgo del fumador se concentran preferentemente en el cáncer de pulmón, la bronquitis crónica y enfisema y la cardiopatía isquémica. También desarrollan, los fumadores, el cáncer de boca y laringe, el cáncer de vejiga urinaria y de vesícula biliar, el ulcus duodenal, etc.
Se puede afirmar que el tabaco es el responsable del 90 % de las neoplasias o cánceres de pulmón, del 75 % de los bronquitis y 25 % de las cardiopatías isquémicas en varones mayores de 65 años.
El consumo y abuso de tabaco aumenta las probabilidades de aborto a partir del tercer mes, la probabilidad de fotos muertos y de morbilidad prenatal, además de provocar una pérdida de peso del recién nacido. Los lactantes cuyos padres son fumadores tienen más riegos de padecer bronquitis.
Una mujer que tome anticonceptivos orales y que fume, aumenta considerablemente el riego de padecer trombosis.
El monóxido de carbono que inhalamos al fumar pasa a la sangre, donde se combinará con la hemoglobina (transporte fisiológico del oxígeno) con una afinidad 210 veces superior que el oxígeno, quedándose éste sin (transporte); esto provoca que llegue menos cantidad de oxígeno a los tejidos, incluido el cerebro, por lo que aparece el cansancio precoz.
Un ambiente contaminado por el humo de cigarrillos irrita los ojos, provoca molestar general y sequedad de boca, además de hacer copartícipes a los no fumadores del riego de los fumadores; las esposas de fumadores tienen doble riesgo de padecer un cáncer de pulmón que las esposas de los no fumadores.
La lucha contra el tabaquismo se debe realizar desde muchos frentes. Así, debe intentarse disminuir la cantidad de sustancias nocivas que contiene el tabaco, proteger a los no fumadores, regula su uso en los locales públicos, limitar su publicidad, etc. Los médicos deben dar ejemplo de ello, aun cuando las estadísticas demuestren que más del 50 % de los médicos fuman y que cerca del 30 % de ellos lo hacen delante de sus pacientes.
El fumador debe dejar de fumar por su propio bien y por el de los que le rodean. Hay toda una serie de medidas tendentes a contrarrestar, en parte, los efectos nocivos del hábito: usar cigarrillos con filtro o boquilla, papel lo más poroso posible (producen menos CD), no tragar el humo, espaciar las caladas, tirar el cigarrillo cuando esté por la mitad, no tener el cigarrillo en la boca, etc. Un grupo de científicos del Instituto Psiquiátrico de Londres afirmaron recientemente que los pitillos de bajo contenido en nicotina no quitan ni disminuyen riegos, pues el fumador mantiene los niveles de nicotina en sangre ya que lo más probable es que aumente el consumo de cigarrillos, inhalando más alquitrán.
La investigación médica no deja de aportar nuevos datos en contra del hábito de fumar; un trabajador del Dr. Kark, publicado en The New England Journal of Medecine, afirma que el fumador padece con más frecuencia afecciones por virus gripales y de forma más grave y duradera. De esta experiencia realizada en condiciones objetivas, se desprende que el 68,5 % de los enfermos de gripe eran fumadores.
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