Es importante no confundir la fatiga propiamente dicha con las formas del exceso de fatiga. La fatiga en sí es un fenómeno normal, natural, beneficioso, inseparable de toda actividad y esencial para mantener el equilibrio.
En tiempos pasados, hablar de fatiga industrial era hablar de fatiga muscular. Hoy en día, el trabajo suele ser selectivo, divisorio, monótono, repetitivo, uniforme y con exigencias de gran rapidez en su realización. La rapidez en muchos trabajos supone un gran esfuerzo de concentración y una tensión permanente. Hoy, pues se ve más una fatiga nerviosa que muscular, una fatiga que se hará crónica y que desembocará en el stress.
A nivel fisiológico la fatiga actúa con una disminución del rendimiento, a nivel psicológico produce una sensación de malestar y a nivel bioquímico alteraciones en los metabolitos.
La fatiga tiene sus orígenes en fuentes muy distintas: el ritmo de producción elevado implica un cansancio físico y mental alto, pero el no hacer nada también provoca cansancio.
Si la relación actividad-reposo fuera correcta, en el mismo momento en el que apareciera la fatiga, el trabajo debería interrumpirse y comenzar el reposo al cual seguiría, cuando éste hubiese finalizado, el retorno a la actividad. Este círculo constante de actividad-reposo es el que se debería mantener, pues ningún otro es beneficioso para la salud. En la sociedad contemporánea, con su frenético ritmo laboral, esta premisa no suele cumplirse, con lo cual se retrasa el reposo y aparece así la fatiga patológica. Lo primero que se altera es la calidad y cantidad del reposo (sueño) y más tarde los efectos aparecerán sobre la actividad.
Una actividad desenfrenada puede o no producir stress en su concepto de angustia ante una situación, paro desde luego causará fatiga y ésta conlleva un aumento de las diversas patologías causada por el trabajo, pues un organismo cansado y debilitado es más propensos a perder la salud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario