Se ha dicho que el ejercicio intenso requiere la captación de una mayor cantidad de oxígeno. Para ello, la membrana alveolar, a través de la cual se produce el intercambio gaseoso entre el oxígeno y el dióxido de carbono, se distiende, aumentando su superficie y permitiendo un mayor intercambio.
El número d capilares abiertos en los pulmones aumenta considerablemente con el ejercicio, y lo que ya estaba abierto se dilata, con lo que llevan más sangre y el intercambio se producirá en mayor cantidad y con mayor rapidez. Por otro lado, la resistencia a la entrada de la sangre en los pulmones, la llamada presión pulmonar, prácticamente no se aumenta, con lo que el paso de sangre por los pulmones no se ve obstaculizado. No es suficiente que sólo llegue más sangre al pulmón, también es necesario que ésta se ventile (espire e inspire) más cantidad de aire en un tiempo dado, con lo que tendrá que aumentar la frecuencia respiratoria o la profundidad de la inspiración.
No se conoce exactamente el mecanismo por el que el ejercicio hace aumentar la ventilación pulmonar, pero se sabe que intervienen los siguientes factores: la corteza cerebral envía impulsos a los músculos que se concentran y al mismo tiempo también los transmite a la llamada sustancia reticular del tallo cerebral, activando un lugar específico denominado centro respiratorio, que es el encargado de la ventilación. Cuando se activa este centro, se ventila más. Sucede lo mismo que cuando este mismo estímulo activa el centro vasomotor (centro encargado de ensanchar o dilatar los vasos), lo que provoca el aumento de la presión arterial por estrechamiento de los vasos sanguíneos.
Los movimientos corporales excitan receptores propios del músculo y éste se encarga de estimular activamente al centro respiratorio. Además el descenso de la concentración de oxígeno en los alrededores del músculo (no en la sangre) también estimula el centro respiratorio.
Los estímulos nerviosos, cuando se realiza ejercicio, actúan sobre el centro respiratorio justo en la medida que se requiere para coger más oxígeno y eliminar el correspondiente dióxido de carbono.
Si estas señales fallan o están un poco alteradas, los factores llamados humorales (dióxido de carbono, oxígeno y iones de hidrógeno) se encargan de hacer el ajuste final. Hay que decir que, en principio, el cerebro se anticipa a las demandas de oxígeno por parte del músculo y a la acumulación momentánea del dióxido de carbono. Esto es importante pues la forma de actuar de los factores humorales se producen dependiendo de la variación en su concentraciones normales.
Con el ejercicio repetido exactamente igual cada vez que se efectúa, el centro aprende a justar sus señales de control de la forma más exacta.
Todo el mundo sabe que, tras el ejercicio, la respiración sigue acelerada. Al acabar el ejercicio la corteza normaliza la respiración pero la presión del dióxido de carbono hace que esta hiperactividad del aparato respiratorio continúe hasta que el mismo dióxido de carbono regrese a la normalidad.
Los jóvenes sanos necesitan practicar deportes para fortalecer su organismo en el período de desarrollo. De ahí la necesidad de campos y plazas deportivas al servicio de la comunidad.
La práctica de deportes profesionales exigen una elevada preparación física que permita un máximo rendimiento. El tenista sueco Bjorn Borg ha sido uno de los casos más excepcionales, alcanzando unas condiciones físicas muy superior a las normales.
El número d capilares abiertos en los pulmones aumenta considerablemente con el ejercicio, y lo que ya estaba abierto se dilata, con lo que llevan más sangre y el intercambio se producirá en mayor cantidad y con mayor rapidez. Por otro lado, la resistencia a la entrada de la sangre en los pulmones, la llamada presión pulmonar, prácticamente no se aumenta, con lo que el paso de sangre por los pulmones no se ve obstaculizado. No es suficiente que sólo llegue más sangre al pulmón, también es necesario que ésta se ventile (espire e inspire) más cantidad de aire en un tiempo dado, con lo que tendrá que aumentar la frecuencia respiratoria o la profundidad de la inspiración.
No se conoce exactamente el mecanismo por el que el ejercicio hace aumentar la ventilación pulmonar, pero se sabe que intervienen los siguientes factores: la corteza cerebral envía impulsos a los músculos que se concentran y al mismo tiempo también los transmite a la llamada sustancia reticular del tallo cerebral, activando un lugar específico denominado centro respiratorio, que es el encargado de la ventilación. Cuando se activa este centro, se ventila más. Sucede lo mismo que cuando este mismo estímulo activa el centro vasomotor (centro encargado de ensanchar o dilatar los vasos), lo que provoca el aumento de la presión arterial por estrechamiento de los vasos sanguíneos.
Los movimientos corporales excitan receptores propios del músculo y éste se encarga de estimular activamente al centro respiratorio. Además el descenso de la concentración de oxígeno en los alrededores del músculo (no en la sangre) también estimula el centro respiratorio.
Los estímulos nerviosos, cuando se realiza ejercicio, actúan sobre el centro respiratorio justo en la medida que se requiere para coger más oxígeno y eliminar el correspondiente dióxido de carbono.
Si estas señales fallan o están un poco alteradas, los factores llamados humorales (dióxido de carbono, oxígeno y iones de hidrógeno) se encargan de hacer el ajuste final. Hay que decir que, en principio, el cerebro se anticipa a las demandas de oxígeno por parte del músculo y a la acumulación momentánea del dióxido de carbono. Esto es importante pues la forma de actuar de los factores humorales se producen dependiendo de la variación en su concentraciones normales.
Con el ejercicio repetido exactamente igual cada vez que se efectúa, el centro aprende a justar sus señales de control de la forma más exacta.
Todo el mundo sabe que, tras el ejercicio, la respiración sigue acelerada. Al acabar el ejercicio la corteza normaliza la respiración pero la presión del dióxido de carbono hace que esta hiperactividad del aparato respiratorio continúe hasta que el mismo dióxido de carbono regrese a la normalidad.
Los jóvenes sanos necesitan practicar deportes para fortalecer su organismo en el período de desarrollo. De ahí la necesidad de campos y plazas deportivas al servicio de la comunidad.
La práctica de deportes profesionales exigen una elevada preparación física que permita un máximo rendimiento. El tenista sueco Bjorn Borg ha sido uno de los casos más excepcionales, alcanzando unas condiciones físicas muy superior a las normales.
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