La importancia del ejercicio físico en la vida diaria es más comprensible si se conocen las relaciones que producen en el organismo, tanto en el momento de realizarse como a largo plazo. El organismo se compone de cientos de millones de células que en su mayoría guardan un equilibrio homeostático individual perfecto; al realizar ejercicios intensos debe adaptarse a las nuevas condiciones, lo cual es beneficioso.
En el ejercicio intervienen principalmente el sistema nervioso, el sistema cardiocirculatorio, el aparato respiratorio y el aparato locomotor.
Cuando un individuo corre o salta, no sólo está ejerciendo su aparato locomotor, sino que también está poniendo en funcionamiento otros sistemas vitales de suma importancia.
En un esquema muy simple, el cerebro recibe información por diferentes vías, elabora una respuesta y emite las señales pertinentes a diferentes partes del cuerpo.
El corazón bombea, con mayor o menor intensidad, sangre a todo el organismo para que el oxígeno llegue a los tejidos y éstos liberen el dióxido de carbono que vuelven por las venas al corazón (parte derecha). Desde aquí se lleva la sangre hasta los pulmones, donde el dióxido de carbono es expulsado del organismo por la respiración y el oxígeno es introducido en la sangre, siendo transportado por una molécula denominada hemoglobina. La sangre de los pulmones es conducida de nuevo al corazón (parte izquierda) y de ahí vuelve a salir en dirección a los tejidos, recomenzando de nuevo el ciclo. El corazón está sometido a muchas regulaciones propias y extrañas, entre las que destaca la del sistema nervioso simpático y parasimpático.
En cuanto a los vasos por donde circula la sangre, los sistema de regulación son principalmente dos: el sistema nervioso y los propios vasos sanguíneos.
El aparato respiratorio se compone, entre otros elementos, de los pulmones, en los que, gracias a unos cuantos miles de pequeños saquitos llamados alvéolos, se intercambia el oxígeno por el dióxido de carbono. La sangre procedente de la parte derecha del corazón circula por numerosísimos vasos de pequeño calibre (los capilares) mientras se produce el intercambio de gases, para luego regresar al corazón. El aparato respiratorio también está regulado por el sistema nervioso, más concretamente por el centro respiratorio, y por unos mecanismos propios que en menor medida colaboran a la regulación definitiva.
El aparato locomotor lo forma los huesos, los músculos y las articulaciones, rodeadas y sujetadas por ligamentos. Los músculos, que se contraen gracias a unas células especiales que requieren entre otras cosas el oxígeno y la glucosa que circula por el torrente sanguíneo, son controlados preferentemente por el sistema nervioso, que les envía señales pertinentes.
El aparato respiratorio juega un papel fundamental en gran mayoría de los ejercicios físicos, y la necesidad de oxígeno es mayor cuando más violencia sea la actividad física realizada.
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