Criar una raza significa la reproducción de dos perros Boxer, un macho y una hembra, para que transmitan las características propias de su raza al nuevo perro. Si los dos animales son puros de la misma especie, transmitirá al futuro cachorro sus propiedades tanto físicas como psíquicas.
La reproducción aporta por partes iguales al hijo Boxer la misma cantidad de cromosomas de la madre y del padre. Es decir, las células del perro padre y/o madre en su núcleo 68 cromosomas, en los cuales se encuentran anclados los genes de la reza-los elementos responsable de la herencia de la especie en cuestión-. Entonces, cuando dos perros se aparean, sus cachorros tendrán en sus células el mismo número de cromosomas que han sido aportados a partes iguales por el padre y por la madre. Por tanto, desde esta premisa incuestión, es indiscutible que los perros de la misma raza reproducirán cachorros que derán continuidad a la especie canina. En este sentido, la raza en cuestión, Boxer, está garantizada.
Sin embargo, el discurso varía sustancialmente si lo que se quiere o desea es intentar mejorar la especie, ya sea para alcanzar las características exactas de los estándares de la raza o por cualquier razón. En estos casos, será necesario que el baje genético de los progenitores permita alcanzar el objetivo que se persigue, proporcionando a los descendientes las mejores cualidades de los padres y de los ascendientes.
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