Es esencial eliminar los tejidos enfermos para evitar que la infección se extienda a la estructura principal de la planta o, en el caso de un árbol, al tronco. Una infección puede producir la muerte prematura de una planta o, por lo menos, una pérdida importante. La poda elimina también el riesgo de que el viento o los insectos diseminen las esporas transmisoras. Asimismo, hay que recortar los tejidos muertos porque, aunque todavía no estén infectados, es probable que, en algún momento, alberguen alguna enfermedad.
Siempre que se elimine tejidos enfermos o muertos, es importante cortar hasta el tejido sano, más allá de las manchas internas producidas por la infección.
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