Hemos dicho que había que aislar inmediatamente todos los sujetos sospechosos en un palomar de cuarentena, es decir, en un palomar perfectamente separado de los otros. La pajarera es para mí el lugar ideal. El palomar en el cual habéis observado los primeros casos, deberá ser rápidamente vaciado de sus ocupantes y aireado al máximo para eliminar contaminación del aire. Al mismo tiempo os aconsejo pulverizar dicho palomar con agua de lejía (10 litros de agua del grifo + 1 litro de lejía), ya que dicho virus es extremadamente sensible al cloro. Esperáis a que se seque e introducir nuevamente las palomas sanas. Pero, cuidado, no penséis que la técnica va a ser infalible, habrá fallos...
El palomar de cuarentena será aireado al máximo para que los millones de virus liberados en el aire por los enfermos sean llevados lo más pronto posible a otros lugares.
El suelo será desinfectados regularmente con agua de lejía para matar los virus que se encuentran en el mismo. Los excrementos procedentes de ese palomar-hospital no serán nunca utilizados como abono ya que contaminaríais vuestro huerto. En efecto, el virus es resistente al frío y al calor. Nuestro clima le conviene perfectamente y podrías encontraros en torno a vuestras zanahorias varios meses después de haber depositado...
Esta pajarera de cuarentena será, por supuesto, visitada en último lugar por el colombófilo. Habrá que ocuparse diariamente de toda la colonia sana de ir al palomar de cuarentena. Es muy recomendable cambiarse los zapatos, la bata y utilizar otro material de limpieza diferentes. Será imprudente que pasarais a vuestros palomares sanos con el mismo mono o las mismas botas que habéis utilizado en el palomar de cuarentena, ya que transportarías el virus de un lugar al otro. El material de limpieza será condenado, él también, a permanecer momentáneamente en el local (maldito). Os aconsejo que metáis dichos material en un gran recipiente, plastificado que contenga agua de lejía. Las botas serán también depositadas en un pequeño recipiente que contenga agua de lejía. La bata o el mono serán colgados al lado de la pajarera durante la cuarentena.
Cuando la cuarentena haya terminado (6 semanas) e introduzcáis todos los sujetos curados en su palomares respectivos,tendréis que desinfectar por última vez el local con agua de lejía en pulverizaciones. Todo el material, toda la ropa y todos los accesorios sufrirán el mismo tratamiento. El virus al ser muy sensible al cloro, me parece inútil adquirir otros productos desinfectantes cuyos precios son a veces excesivos. Si utilizáis el hipoclorito de sosa, que no es otra cosa que la lejía concentrada, será prudente respetar al pie de la letra la nota explicativa que acompaña al frasco, ya que ese producto, muy concentrado, puede ser peligroso si no es diluido según las reglas.
Durante este periodo de cuarentena, el colombófilo puede ser responsable de la trasmisión del virus a sus palomas sanas sino también a las palomas de sus allegados. Hemos dicho que tenía que reservar ropa y calzado específicos para el palomar contaminado. El colombófilo deberá igualmente, por respeto a sus amigos colombófilos, anular todos los encestes, bien sean para concursos como para exposiciones. Deberá abstenerse de vender, cambiar o dar toda paloma que provenga de su colonia, incluso si dicha paloma parece estar en plena condición física. No hay nunca que olvidar que la incubación puede a veces ser pocas semanas...
Este periodo no es tampoco recomendado para adquirir una o varias palomas, excepto, claro está, si han sido vacunadas unas semanas antes. En avicultura, la enfermedad de Newcastle está considerada como la enfermedad grave y contagiosa. La legislación belga es implacable. Para ello que me sea suficiente recordar que en 1983 nuestras fronteras estuvieron cerradas durante varios días a la exportación de nuestros productos avícolas. Estas disposiciones fueron tomadas porque los países extranjeros temían una recrudescencia de la enfermedad de Newcastle en nuestro país.
Para concluir, podríamos aconsejar al aficionado, victima que dura de seis semanas a dos meses, deberá, en el interior de su colonia tener una máxima prudencia con el fin de limitar, en cuanto sea posible, la extensión del virus.
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