La gripe es un virus, una extraña criatura que se encuentra entre el mundo vivo y el mundo inerte. Flora en gotitas de agua, en el aire o bien se adhiere a la ropa, a los ordenadores o a la piel, pero en realidad sólo está vivo una vez que ha infectado a otro organismo vivo. La invasión es esencial para su supervivencia. A diferencia de las bacterias, que son organismos complejos que pueden reproducirse por sí mismos, un virus no es autosuficiente. Es capaz de alimentarse, pero sólo puede hacerlo encerrándose en otro organismo, penetrándolo, con sigilo o a la fuerza.
Esta criatura escurridiza, que ha evolucionado a lo largo de millones de años, es contra lo que estamos a punto de enfrentarnos en la lucha contra la gripe aviaria. Casi a diario, los periódicos y los informativos emiten nuevas informaciones sobre la enfermedad, y la gente se va alarmando cada vez más debido a la aparente facilidad con que la enfermedad se extiende. Nos hemos acostumbrado a la idea de que, cada invierno, un cierto número de ancianos mueren de gripe, pero la infección que hemos visto en el Extremo Oriente parece algo completamente distinto, ya que mata a adultos jóvenes, sanos y en forma. ¿Qué tiene este virus que lo hace tan letal? ¿Puede el cuerpo humano organizar alguna defensa contra él?
Una cualidad específica del virus de la gripe es que es aéreo. Una vez que ha invadido las células que recubren los pulmones, garganta y nariz, libera minúsculas partículas que se pueden expender a gran velocidad al estornudar, toser o escupir. Un estudio ha demostrado que una partícula viral puede desplazarse del extremo de un vagón a otro a 128 kilómetros por hora; tal es la fuerza de un estornudo común. Por este motivo, taparse la boca y la nariz al hacerlo es algo más que mera etiqueta social; se trata de prevenir el escape a gran velocidad de gérmenes que puedan infectar a quienes se encuentran cerca.
El virus de la gripe también se puede transportar en piel. Una vía muy común de contagio es estrechar la mano de alguien que porta el virus, y después frotarse los ojos, la nariz o la boca. De hecho, las partículas pueden vivir 48 horas en la superficie de juguetes, pomos de puertas o teclados de ordenador; cualquier superficie consistente, de hecho. Los desinfectantes pueden aniquilarlas, y probablemente lavarse con agua y jabón puede destruir la mayoría de las partículas. La luz solar también mata los gérmenes, así como lo hace el aire seco. Si estas partículas están en carne cruda, una vez que ésta ha sido debidamente cocinada, el calor las matará.
La mayoría de las personas tiene un cierto grado de inmunidad, pero aquellos con sistema inmunodeficientes o problemas respiratorios, como asma, son vulnerables, lo mismo que las personas con diabetes o enfermedades cardíacas, que pueden padecer un recrudecimiento de sus afecciones por la infección gripal. También pueden producirse complicaciones respiratorias, como bronquitis, o infecciones secundarias, como problemas de oídos, que son especialmente comunes en los niños. La neumonía es una de las principales causas de mortalidad en pacientes con gripe. Se desarrolla cuando los pulmones se inflaman a causa de bacterias, como la stapbycoccus aureus, puesto que los pequeños peligros (cilia) que normalmente protegen los pulmones de cualquier polvo, desecho o bacteria, son dañados por el virus. Se pueden recetar antibióticos que actuarán sobre la neumonía u otras infecciones bacterianas secundarias, pero que no funcionan contra la gripe misma, ya que se trata de un virus y no de una bacteria.
En la mayoría de los países del hemisferio norte, la gripe estacional dura entre seis y ocho semanas cada invierno, y a menudo el pico se da en enero. En el Reino Unido, aproximadamente una de cada cinco personas que se pone enferma consulta a su médico de cabecera, según datos del Departamento de Salud. Cuando más de 200 nuevos pacientes por cada 100.000 habitantes consultan en una semana a sus médicos de cabecera, se dice que el estallido gripal ha alcanzado el nivel epidémico.
La gripe causa normalmente cerca de 12.000 muertes cada año en el Reino Unido, pero el programa de inmunización vigente está ayudando a reducir la tasa de mortalidad. La vacuna de la gripe se pone cada otoño a los asmáticos, a los pacientes de más de 65 años, a los ancianos que viven en residencias y a los pacientes con afecciones cardíacas crónicas, inmunizándolos así contra las que se supone que serán las principales cepas de gripe en circulación ese invierno. Sin embargo, siempre es posible que surja una nueva cepa contra la que no se ha sido inmunizado. El temor frente a gripe aviaria es que, si pasa a los humanos, será una cepa especialmente poderosa contra la cual no se tendrían ni vacunas preparadas ni inmunidad natural
No hay comentarios:
Publicar un comentario