Perro Boxer
El cachorro recién criado.
Esencialmente, hay tres posibles ocasiones; en el momento de conocer al nuevo dueño y propietario, que pueden provocar una sensación negativa en el animal; el traslado en coche, la llegada a la nueva casa; y el comportamiento del nuevo propietario hacia el Boxer.
1. El traslado en coche. De golpe el animal se verá sacado de su hábitat natural. El cachorro pasa de la tranquilidad del criadero, con el ritmo de una jornada regular por los horarios de las comidas, del juego y del sueño, a un mundo lleno de ruidos de personas extrañas que lo manejan, que le hablan y chillan, y de un nuevo espacio con unos horarios alimenticios, de juegos y de horas de dormir determinados.
Para evitar en el Boxer este tipo de desconciertos, es preferible que el cachorro sea llevado sólo por dos personas y que antes de que sea montado en el coche, el animal pueda conocer un poquito a sus nuevos dueños.
De esta forma el viaje en el vehículo no será tan dramático como en un principio cabría esperar. Además durante el trayecto del criadero a la casa es preferible que el Boxer esté cerca de alguna de las personas, para que ésta pueda acariciarlo, distraerlo e, incluso, susurrarle cosas al oído.
2. La llegada a casa. Cuando un nuevo animal llega a la vivienda, en ese preciso momento, serán otras voces las que oirá, otras manos las que lo manejarán y otras palabras las que le darán órdenes. No es nada difícil que el cachorro se haga pipí en alguna de las partes de la casa cuando entre en el nuevo hogar. En esos momentos hay que dejarle que actúe libremente, sin coacciones.
Es altamente probable que después de unos instante de absoluto desconcierto y después de que se haya orinado en el suelo, llegue el momento del reproche; el animal ha realizado algo mal y debe ser reprochado por ello. Por eso, debe darle un azote en el culo o darle un grito para que el animal conozca y sepa desde el primer momento que eso que acaba de hacer en el suelo no tiene que hacerlo. Debe enseñarle buenas costumbres desde el primer momento.
Ahora para proporcionarle algunas sorpresa agradable y para que se pueda divertir, lo mejor es que una vez que ya ha pasado lo peor para él, el cachorro pueda darse una vuelta por la casa para que realice una primera exploración de la misma. Será en esos momentos cuando el pequeño Boxer entrará de primera mano en contacto con los habitantes de la vivienda y con los nuevos espacios y huecos; quizá, hasta quiera jugar.
3. Disciplina del dueño. Si durante ese primer día en casa o durante los días siguientes, el animal rechaza la comida, por ejemplo, no se preocupe en demasía por dicha circunstancia.
Es, en principio, normal que las primeras emociones y cambios recibidos produzcan en el cachorro un comportamiento que en otras circunstancias podrían preocupar. Por tanto, no intente llevarle al veterinario por este primer comportamiento, a no ser que la situación persista en el tiempo.
Ante todos estos posibles recuerdos negativos del cachorro es inútil que el dueño piense que el Boxer es un animal duro y que es capaz de superar perfectamente el estrés y las pruebas negativas. No olvide que el Boxer necesita siempre o casi siempre de un apoyo imprescindible y duradero que es su dueño.
1. El traslado en coche. De golpe el animal se verá sacado de su hábitat natural. El cachorro pasa de la tranquilidad del criadero, con el ritmo de una jornada regular por los horarios de las comidas, del juego y del sueño, a un mundo lleno de ruidos de personas extrañas que lo manejan, que le hablan y chillan, y de un nuevo espacio con unos horarios alimenticios, de juegos y de horas de dormir determinados.
Para evitar en el Boxer este tipo de desconciertos, es preferible que el cachorro sea llevado sólo por dos personas y que antes de que sea montado en el coche, el animal pueda conocer un poquito a sus nuevos dueños.
De esta forma el viaje en el vehículo no será tan dramático como en un principio cabría esperar. Además durante el trayecto del criadero a la casa es preferible que el Boxer esté cerca de alguna de las personas, para que ésta pueda acariciarlo, distraerlo e, incluso, susurrarle cosas al oído.
2. La llegada a casa. Cuando un nuevo animal llega a la vivienda, en ese preciso momento, serán otras voces las que oirá, otras manos las que lo manejarán y otras palabras las que le darán órdenes. No es nada difícil que el cachorro se haga pipí en alguna de las partes de la casa cuando entre en el nuevo hogar. En esos momentos hay que dejarle que actúe libremente, sin coacciones.
Es altamente probable que después de unos instante de absoluto desconcierto y después de que se haya orinado en el suelo, llegue el momento del reproche; el animal ha realizado algo mal y debe ser reprochado por ello. Por eso, debe darle un azote en el culo o darle un grito para que el animal conozca y sepa desde el primer momento que eso que acaba de hacer en el suelo no tiene que hacerlo. Debe enseñarle buenas costumbres desde el primer momento.
Ahora para proporcionarle algunas sorpresa agradable y para que se pueda divertir, lo mejor es que una vez que ya ha pasado lo peor para él, el cachorro pueda darse una vuelta por la casa para que realice una primera exploración de la misma. Será en esos momentos cuando el pequeño Boxer entrará de primera mano en contacto con los habitantes de la vivienda y con los nuevos espacios y huecos; quizá, hasta quiera jugar.
3. Disciplina del dueño. Si durante ese primer día en casa o durante los días siguientes, el animal rechaza la comida, por ejemplo, no se preocupe en demasía por dicha circunstancia.
Es, en principio, normal que las primeras emociones y cambios recibidos produzcan en el cachorro un comportamiento que en otras circunstancias podrían preocupar. Por tanto, no intente llevarle al veterinario por este primer comportamiento, a no ser que la situación persista en el tiempo.
Ante todos estos posibles recuerdos negativos del cachorro es inútil que el dueño piense que el Boxer es un animal duro y que es capaz de superar perfectamente el estrés y las pruebas negativas. No olvide que el Boxer necesita siempre o casi siempre de un apoyo imprescindible y duradero que es su dueño.
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