Basándonos únicamente en la cesta y los resultados
Evidentemente, aprovecharemos la ocasión para explicar nuestra manera de ver esta cuestión. La cesta es el gran juez. Una paloma que vuela regularmente en cabeza es incontestablemente una buena paloma mensajera.
Pero existen muy pocas palomas en cada palomar que soporte las más duras pruebas y que, lo mismo con mal tiempo que con buen tiempo, y en todas las distancias hayan dado su pleno rendimiento.
Por ésto no debemos juzgar muy severamente ni apartar definitivamente una paloma que haya fallado dos o tres veces su premio.
Además, las palomas excepcionales no producen siempre (por no decir nunca) buenos pichones, al contrario otras que, no habiendo conseguido nunca prestaciones excepcionales, son extraordinarias reproductoras. Admitiendo ésto, podemos estar convencidos de que, una colonia formada únicamente ateniéndonos al comportamiento de las palomas en la cesta, no se mantendrá mucho tiempo en la cumbre de los éxitos.
Podríamos agregar algunas observaciones remontándonos algunos años atrás. Puesto que las temporadas se suceden unas detrás de otras y no se parecen en absoluto.
¿Quién no se acuerda de la temporada 1959?. La más dura que nosotros hemos conocido; cada semana, el viento soplaba del norte o del noroeste con una intensidad fuera de todo lo común. A continuación se desencadenó un temporal de lluvia torrenciales. Las tres siguientes no fueron tampoco de las que podemos llamar buenas.
En al año 1968, numerosas palomas se perdieron a causa de las deplorables condiciones atmosféricas que reinaban todos los domingos. Y... cuando uno ha sido muy severo durante los últimos años, ciertamente, se ha sacrificado palomas que no hubiesen probablemente distinguido en circunstancias semejantes, pero que no habría sido menos útiles. Hace falta tener siempre en cuenta que, los pocos campeones que se distinguen con tiempo malo o bueno indistintamente, y se mantienen en primer plano durante toda su carrera deportiva, son siempre excepcionales.
Pero existen muy pocas palomas en cada palomar que soporte las más duras pruebas y que, lo mismo con mal tiempo que con buen tiempo, y en todas las distancias hayan dado su pleno rendimiento.
Por ésto no debemos juzgar muy severamente ni apartar definitivamente una paloma que haya fallado dos o tres veces su premio.
Además, las palomas excepcionales no producen siempre (por no decir nunca) buenos pichones, al contrario otras que, no habiendo conseguido nunca prestaciones excepcionales, son extraordinarias reproductoras. Admitiendo ésto, podemos estar convencidos de que, una colonia formada únicamente ateniéndonos al comportamiento de las palomas en la cesta, no se mantendrá mucho tiempo en la cumbre de los éxitos.
Podríamos agregar algunas observaciones remontándonos algunos años atrás. Puesto que las temporadas se suceden unas detrás de otras y no se parecen en absoluto.
¿Quién no se acuerda de la temporada 1959?. La más dura que nosotros hemos conocido; cada semana, el viento soplaba del norte o del noroeste con una intensidad fuera de todo lo común. A continuación se desencadenó un temporal de lluvia torrenciales. Las tres siguientes no fueron tampoco de las que podemos llamar buenas.
En al año 1968, numerosas palomas se perdieron a causa de las deplorables condiciones atmosféricas que reinaban todos los domingos. Y... cuando uno ha sido muy severo durante los últimos años, ciertamente, se ha sacrificado palomas que no hubiesen probablemente distinguido en circunstancias semejantes, pero que no habría sido menos útiles. Hace falta tener siempre en cuenta que, los pocos campeones que se distinguen con tiempo malo o bueno indistintamente, y se mantienen en primer plano durante toda su carrera deportiva, son siempre excepcionales.
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