8/10/11

La orientación de las palomas

La orientación de las palomas
En los últimos kilómetros de los concursos la orientación es visual, por eso es aconsejable palomares bien orientados y amplios voladeros para acredenciar los pichones y tener buenas condiciones los reproductores.
La segunda eventualidad centrado en la morada. Esta hipótesis, fundamentada sobre estrategia de movimiento tal como "caliente; caliente; frío; frío; parecida a la utilizada por el salmón durante sus migraciones, ha de ser descartada, si atendemos a los experimentos basados en el desplazamiento del reloj interno, que describiremos algo más adelante.
Por fin, la última hipótesis, y la más corrientemente admitida, es la propuesta en los años 50 por un investigador alemán, Gustav Kramer, del Instituto Max Planck de Wilhelshaven. En su opinión, las palomas poseerían a la vez un sentido cartográfico y una brújula. El sentido cartográfico permitiría al ave localizar su posición en relación al palomar (135 km sureste, por ejemplo) y, gracias a la brújula, podría escoger la buena dirección para volver a entrar: en este caso el noroeste. Kramer mostró que la brújula utilizada normalmente durante el día por las palomas y muchas otras aves era el cielo. Puso a punto experimentos en el curso de los cuales entrenaba a las palomas a buscar su alimentos en una cierta dirección, dejándole ver el Sol. Las aves aprendían fácilmente este ejercicio, efectuando todas las correcciones necesarias, y considerando el movimiento del Sol hacia el Oeste. Cuando Kramer desviando la imagen del Sol con la ayuda de un espejo, las palomas se reorientaban de igual manera.
Un reloj interno indispensable
Si las aves pueden utilizar así el Sol como brújula, teniendo en cuanta su recorrido hacia el Oeste, de forma que saben que el Sol está al Sur a mediodía, al este a las seis, etc. es que poseen un reloj interno. Uno de los alumnos de Kramer, Klaus Hoffman, confirmó esta hipótesis manteniendo un grupo de aves en una habitación cerrada cuya iluminación está descompensada en relación a la luz exterior. Si, por ejemplo, se crea en la habitación un alba artificial a medianoche y anochece a mediodía, las aves modifican rápidamente sus ritmos cotidianos. Cuando después de este desacompasamiento del reloj interno, se deja ir las aves hacia el cielo, siempre se equivocan con respecto a la dirección del Sol. Por ejemplo, a las seis, cuando su reloj interno les indica mediodía, se comportan como si el aquél estuviera en el Sur, mientras que se está levantando por el Este; al mediodía (lo corresponde en ellos a la caída de la noche), cuando el Sol está realmente en el Sur, reaccionan como si estuviera en el Oeste. En resumen, las brújulas de las aves han sufrido una rotación de 90º. Numerosos estudios hechos sobre el terreno en los años 60 con palomas que habían sufrido un desplazamiento de seis horas mostraron que se separaban más o menos 90º en relación a la dirección de su morada, incluso si eran soltadas desde un punto que les era familiar.
En las aves nocturnas se asiste, poco más o menos, al mismo fenómeno. E.G.F. Sauer,de la universidad Cornell, en Nueva York, constataron que las aves aprendían a reconocer en primer lugar la estrella Polar, y luego las constelaciones que la rodean. En seguida, la visión de un simple rincón de cielo combinado con el reloj interno del ave, le es suficiente para deducir la localización de la estrella Polar y, consecuentemente, el Norte.
Al final de los años 60, William Keeton, también de la universidad Cornell, descubrió que las palomas eran capaces de volver a su morada incluso cuando el cielo estaba completamente cubierto, lo que podía hacer suponer la existencia de una brújula auxiliar. W. Keeton pudo demostrar que no intervenía ninguna brújula celeste en el regreso a la morada en tiempo nublado: dejó ir un grupo de palomas a las que se les había modificado el reloj interno. Con buen tiempo, esas aves se hubieran separado de su morada alrededor de 90º, pero con el cielo cubierto, entraban directamente en el palomar. Durante años, los experimentos llevados a cabo por Wolfgang Wiltschko, de la universidad de Francfort, favorecieron la idea de que las palomas estaban dotadas de un sentido magnético. Cuando Keeton dejaba ir, en tiempo nublado, palomas portadoras de imanes, constataba que las aves eran incapaces de orientarse. Por contra cuando el cielo despejado podían utilizar su brújula favorita, el Sol, los imanes no tenía demasiado efecto. Walcott observó el mismo resultado con ave cuya cabeza había sido equipada con minúsculos bobinas magnéticas alimentadas por pilas. según ciertos trabajos recientes de Wiltschko, parecería que las aves jóvenes eran obligadas a marcar el movimiento del Sol sobre su brújula magnética antes de poder utilizarlo como referencia. Wiltschko descubrió igualmente que el sentido magnético era de una importancia crucial en el contraste de la brújula que permite a las aves nocturnas orientarse a partir de las estrellas.
Para complicar todavía más las cosas, parece ahora que la luz polarizada tiene igualmente importancia. Melvin Kreithen, de la universidad de Pittsburgh, en Estados Unidos, mostró que las palomas podían ver configuraciones móviles de luz polarizada (de lo que nosotros somos incapaces) así como la luz ultravioleta. Kenneth Able, de la universidad del estado de Nueva York, en Albany ha descubierto recientemente que las aves que migran durante la noche se sirven de una parte de la luz polarizada del cielo para guiarse entre el principio del crepúsculo y el momento en que las estrellas son claramente visibles.
El papel del campo magnético terrestre.
Mientras que comprendemos cada vez mejor el funcionamiento de las brújulas, su sentido cartográfico sigue siendo un enigma. La primera teoría interesante emitida a este propósito data de 1947; se debe a Henry Yeagley, del colegio del Estado de Pennsylvania, en Estados Unidos. Según dicho autor, las palomas podrán localizar su posición midiendo a la vez la intensidad del campo magnético terrestre y la fuerza de Coriolis, ligada a la rotación de la Tierra. En el ecuador la Tierra gira a una velocidad de alrededor 1.700 km/hora, mientras que en el polo norte la velocidad es despreciable. De esta forma, en el hemisferio norte la Tierra gira hacia el Este con velocidad creciente a medida que se va haciendo el Sur. Este movimiento diferencial se refleja incluso en la dirección de los remolinos formados por el agua que se vacía en las bañeras: como el borde sur gira ligeramente más deprisa que el norte, los remolinos se forman en el sentido contrario de las agujas de un reloj (en el hemisferio sur, por supuesto, los remolinos, como los huracanes, giran en el sentido de las agujas del reloj). Yeagley pensaba que las aves podían estimar la latitud donde se encontraban a partir de esa fuerza de Coriolis, que mediría quizá gracias a los canales semicirculares situados en el oído. Como el valor del campo magnético terrestre varía igualmente entre el Norte y el Sur (es dos veces mayor en los polos magnéticos que en el ecuador), el hecho de que el polo magnético se encuentre en el Canadá, a cerca de 3.000 km del polo geográfico (el eje de rotación), significa que este valor aumenta en la dirección nor-noroeste en el Estado Unido y hacia el norte en la mayor parte de Europa. Esta medida y la de la aceleración de Coriolis forman, por tanto, una red que permite localizar una posición geográfica. Aunque las ideas de Yeagley tuvieron el mérito de dar amplia materia a la reflexión, fueron muy contestadas. Tres factores jugaron contra dicha hipótesis. En primer lugar, el mecanismo propuesto para explicar cómo miden las aves el campo magnético terrestre (el vuelo del animal induce una corriente a través de las líneas de fuerza del campo magnético) no era satisfactorio. Hacía falta la intervención de un sistema sensorial (que quedaba por descubrir) capaz de medir directamente el magnetismo. Como veremos más adelante, el reciente descubrimiento de concentraciones de imanes naturales en los animales hace ahora posible esa eventualidad. En el segundo lugar, la fuerza de Coriolis no podría ser medida con la precisión necesaria por un ave en vuelo si ésta no conoce igualmente la fuerza de gravedad; ahora bien, para conocer esta última, hay que evaluar primero la fuerza de Coriolis... En breve, hay demasiadas variables en juego. Por fin, las experiencias destinadas a suprimir la información que emanan de la intensidad magnética y de la fuerza de Coriolis (por la colocación de imanes sobre las alas, la supresión de los canales semicirculares, etc.) no impidieron que las aves alcanzaran su palomar.
La hipótesis del arco solar.
La segunda tentativa importante destinada a explicar el sentido cartográfico de la paloma vio la luz en Inglaterra en 1953, gracias a G.T.V. Matthewl del Wildfowl Trust. Para este investigador, las aves estimaría su posición geográfica combinando,por una parte, la información dada por la altura del Sol y de su recorrido en el cielo y, por otra, la suministrada por su reloj interno. Como la trayectoria del Sol describe un gran círculo en el cielo, es suficiente con ver solamente una pequeña parte para extrapolar el arco entero. El punto culminante se encuentra siempre al Sur y la altura del Sol en ese punto, el más elevado, indicaría igualmente al ave su latitud. En París, el Sol está siempre más bajo que en Argel y más alto que en Oslo, de forma que la diferencia entre altura del Sol a mediodía sobre el lugar en que se realiza la suelta y la observada en el lugar de la morada, corresponde a la diferencia de latitud. La longitud, o el grado de desplazamiento Este-Oeste, sería determinada por el momento en que se produce el cenit local: el mediodía se alcanza siempre más temprano en París que en Nueva York, pero más tarde que en Moscú. Aunque la hipótesis del "arco solar" emitida por Matthews haya, más que ninguna otra, estimulado la investigación y contribuido, por tanto, a desarrollar el estado de nuestros conocimientos sobre la orientación de las aves, se trata casi con toda seguridad de una hipótesis falsa. En primer lugar, sabemos ahora que las palomas vuelven a su morada incluso cuando el cielo está cubierto y, por tanto, cuando no puede dar ninguna información interesante. Otro hecho, todavía más enojoso que el precedente, es que las palomas interpreten las descompensaciones de su reloj interno como rotaciones de la brújula más que como desplazamiento geográficos. Una paloma de París que ha sufrido una descompensación de seis hora y que se ha dejado ir al alba en Barcelona, mientras que su reloj interno le indica "mediodía" debería, según la hipótesis de Matthews, estimar que se la ha transportado hacia Saint-Luis (donde el Sol comienza justo a salir cuando es mediodía en París) y volar hacia el Este. En lugar de esto, el ave vuela hacia Madrid, cuando abandona Barcelona, al haber sufrido su brújula una rotación de 90º

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