Incubación y cría de los polluelos
Lo mejor es que se deje incubar y criar a los canarios en primavera. La mayoría de las veces habrá dos nidadas, o sea que, si todo va bien, habrá ocho jóvenes. Si se la permite incubar, la pareja de canarios vivirá numerosos e importantes instintos y comportamientos. O sea que su propietario colaborará a que sus pájaros tengan una vida conforme a su especie. Por otra parte, también éste disfrutará más de ellos. El cortejo, el celo y el apareamiento, la búsqueda del lugar de nidificación y la elección y porte del material para el nido son de observación muy interesante. La construcción del nido, así como la puesta y la incubación le mostrarán tantas facetas nuevas en los canarios que se debería probar, por lo menos una vez. Con idéntico interés se seguirá la alimentación y el crecimiento de los polluelos. Y una vez los jóvenes hayan salido del nido y haya crecido bien, puede que el propietario se sienta aún más orgulloso que los verdaderos padres. Por supuesto, queda el problema de dejar a las crías en buenas manos, pues se les habrá cobrado efecto. Pero casi siempre ocurre que amigos y conocidos las aceptan o que conozcan a gente que desee cuidar de uno o dos canarios que él mismo los acoja.
La condiciones que el aficionado debe cumplir para que la cría tenga éxito no son demasiado complicadas, ni en cuanto al tiempo necesario ni en cuanto a gastos. Seguro que ya dispone de una jaula que sólo tendrá que adquirir el nido. No importa y es cuestión de gustos el modelo que se escoja, de entre los aquí representados. No obstante, voy a dar un consejo: no debe elegir un soporte que sea suficientemente rugoso en su interior como para sujetar bien el verdadero nido.
Se debe ofrecer más variedad de material para la construcción de la generalmente recomendada. En primer lugar se ofrece a la hembra fibras de coco, luego briznas suaves de hiervas, tanto secas como verdes, con las que podrá construir un nido bien resistente. Sólo cuando haya finalizado este armazón, se le darán hilas de lino, así como plumitas, musgo y fibras de raíces. Como todos estos materiales diferentes la construcción del nido tardará algo más pero se estimulará mejor a la hembra para la cría, de manera que casi nunca incubará mal o abandonará la puesta, cosa corriente en caso contrario.
Si un macho y una hembra armonizan bien, apenas habrá peleas serias durante ese tiempo. Al contrario, el macho se ocupará ahora de forma especialmente atenta de su pareja; siempre que pueda la alimentará y la cortejará con más intensidad cada vez. También el canto será de día más fogoso. Al cantar, el macho dará pasito por el posadero y erizará su plumaje. Si la hembra se agacha levantando la cola, el macho salta a su dorso y tras de copular, lo que puede durar sólo unos segundos. Durante este tiempo la hembra dejará oír unos zumbidos. A menudo el macho aprieta mucho el plumaje cuando canta. Si la hembra todavía no está dispuesta al apareamiento, se aparta, con lo que a veces se origina una verdadera cacería. Una hembra muy enérgica, que aún no quiere saber nada de los intentos de aproximación del macho, le picará o dará la vuelta a la tortilla, los miembros de la parejas cada vez se adaptarán más el uno al otro. Entonces la hembra pedirá, cada vez con más frecuencia, que el macho la alimente. Para ello se agachará y abrirá el pico, produciendo sonidos con él, una ceremonia que suele tener éxito.
Al comienzo de la época de celo, estimulada por el canto del macho, la hembra vuela inquieta por la jaula, a menudo con una briza de hierba o una pluma en el pico. Entonces la construcción del nido avanza con rapidez, aunque primero se utiliza material más grueso. Cuando forma y acolcha el hueco del nido, la hembra gira muchas veces en el mismo, de manera que puede fabricar un nido apropiado ayudándose del cuerpo, las patas y el pico.
A veces, apenas está terminando el nido, la hembra pone el primer huevo, si bien también puede esperar unos días. Una vez ha empezado, pone cada día un huevo, hasta completar la puesta al llegar a 4, 5 o 6. Casi siempre pone a primera hora de la mañana. Los huevos son de color verde blanquecino con algunas manchas y puntos oscuros, sobre todo en el extremo más ancho. La hembra suele empezar a incubar a partir del primer canario silvestre, que comienza la verdadera incubación cuando la puesta está completa. Este excesivo afán del pájaro doméstico tiene desventajas para los polluelos, pues salen del cascarón en el orden en que se pusieron los huevos, o sea, cada día uno. En tal caso los más jóvenes suelen perder frente a sus hermanos mayores en la lucha por la comida. Los mayores no tardan en sentarse sobre los pequeños, eliminado la posibilidad de que se desarrollen. Si todo se dejara seguir sin más, sólo se criarían 2 o 3 canarios. Sin embargo, los criadores de canarios se han decidido a corregir este defecto. Le quitan a la hembra el huevo diario, sustituyéndolo por uno de plástico y, sólo cuando la puesta está completa, vuelven a poner en el nido los huevos auténticos sacando los artificiales. En tal caso, los polluelos saldrán de cascarón, con toda seguridad, el mismo día o con un día de diferencia tan sólo por lo que tendrán idénticas posibilidades de desarrollarse bien.
Algunos criadores dejan los huevos de plástico unos días más en el nido. Con ello consiguen que se haya desesperado el instinto de alimentación de la hembra cuando los polluelos salgan del huevo, puesto que éste algunas veces comienza algo más tarde, de modo que los recién nacido todavía no son alimentados. En realidad podrían sobrevivir perfectamente a este período aprovechando las provisiones del saco vitetino, pero existen hembras que sin el instinto de alimentación consideran a los polluelos como cuerpo extraños en el nido y lo abandonan o echan de él a las crías.
La hembras de canarios suelen incubar de forma muy fiables. No obstante, si se posee una hembra joven que incuba por primera vez, hay que tener cierto cuidado con lo que respecta a los controles del nido y a la limpieza de la jaula; de otro modo, la hembra podría abandonar el nido y no seguir incubando. Por el contrario, hay hembras que están tan firmemente sentadas sobre la puesta que incluso se puede levantar para efectuar un control del nido. Inmediatamente después se vuelve a sentar como si no hubiese pasado nada.
La hembra es la única que incuba. Por regla general, el macho la alimenta muy bien, de manera que puede dedicarse exclusivamente a la incubación.Ella sólo suele abandonar el nido por la mañana y por la noche para beber, defecar y estimular la circulación de la sangre. Si la jaula no dispone de espacio para volar, la hembra mueve fuertemente las alas mientras se sujeta al posadero. No hay que asustarse ante las enormes bolas de excrementos que elimina la hembra durante la incubación. Durante este período es completamente normal, ya que retiene la defecación todo el tiempo posible, a fin de no tener que abandonar demasiadas veces el nido.
Tras una incubación de 13 a 14 días los polluelos salen del cascarón. están casi desnudos y sólo llevan unas cuantas plumitas suaves en el dorso y en la cabeza. Los ojos todavía están cerrados y las rosadas fauces están bordeadas por unos engrosamientos blanquecinos del pico. Durante los primeros días la hembra permanece sentada día y noche encima los pequeños se helarían y morirían en en el espacio de pocas horas. Al macho le corresponde la tarea de alimentar a la hembra, que pasa el alimento predigerido del buche a los polluelos. Si un macho no alimenta a su hembra se le debe sacar de la jaula, a fin de que no estorbe a su compañera y la corteja cuando salga a buscar ella misma el alimento para las crías. Sin embargo, estos casos son raros. La mayoría de las veces el macho colabora activamente y también alimenta él mismo a los pequeños si la hembra sale del nido para buscar comida. Ello sucede cuando los polluelos tienen de 4 a 5 días de edad, y a partir de ese momento se ven crecer a simple vista.
Durante apenas una semana la hembra mantiene el nido sumamente limpio, tragando o sacando del nido los pequeños paquetes de excrementos, envueltos en una mucosa, de las crías. Al cabo de ese tiempo éstas habrán aprendido a sacar el trasero por encima del borde del nido cuando defecan, y los excrementos tampoco estarán envueltos en la membrana sino que ya serán como los de los padres.
Con una semana de edad y una vez asoman los cañones de las plumas, los polluelos parecen erizos. Cuando dichos cañones han alcanzado una determinada longitud, se abren y salen las puntas de las plumas. A la edad de 10 a 12 días el dorso ya está emplumado y los jóvenes presentan el aspecto de suaves volitas de plumas. En ese momento muestran también su color y a lo largo de los siguientes días el plumaje se vuelve cada vez más denso y liso. Entretanto se ha emplumado también el vientre, de manera que a los 16 días los polluelos ya presentan el aspecto de verdaderos canarios. Si bien aún son algo pequeños y de cola corta. A los 17 o 18 días suelen abandonar el nido. Algunos se quedan en él unos días más, sobre todo las crías de los canarios grandes y de los de postura. Los volantones suelen orientarse muy bien en la jaula, aunque el vuelo todavía es algo inseguro. Pero ya pueden saltar bien y llegar perfectamente a los aseladeros o ramas, siempre que las distancias no sea demasiado grandes.
Por lo que respecta a la alimentación autónoma, necesitan algo más de tiempo. Al principio los padres siguen alimentando muy bien a los volantones, sobre todo el padre. Sin embargo, los jóvenes son curiosos y tras salir del nido tratan en seguida de alimentarse por sí mismos, aunque los primeros días tengan dificultades para descascarillar los granos. De esta manera se les caen muchos y otros los tragan con cáscara y todo, lo que puede resultar problemático y peligroso para los polluelos. Las semillas no descascarilladas puede que no sean lo bastante digeridas en el buche, el estómago y el intestino y pueden producir inflamaciones intestinales. En este caso, los pájaros sufren diarreas y el abdomen se les hincha y se vuelven rojo. Para prevenir esta enfermedad muchos criadores chafan las semillas antes de darlas a las crías. Lo mejor es efectuar esta operación con un rodillo después de extender las semillas entre dos paños de lino. También se puede descascarillar con un molinillo de café eléctrico, pero éste sólo debe funcionar breves instantes, ya que de lo contrario se rompe las mismas semillas. De esta manera los jóvenes pueden comer granos sin cascarilla y resultan protegidos frente a las inflamaciones intestinales.
Cuando los jóvenes tienen alrededor de un mes de edad, se les puede considerar independizados. Si los padres han de volver a criar se sacan los polluelos de la jaula y se instalan en una propia. En caso contrario se pueden dejar con los padres si se quita el nido y el material del mismo. Sin embargo, a veces la hembra desea criar por segunda o tercera vez y les arranca plumas a los jóvenes. En este caso también es mejor separarlos, aunque sólo sea introduciendo un separador en la jaula. Si los padres ya muestran deseos de seguir criando, toda la familia puede habitar en una jaula o pajarera muy grande. Si se tiene una pajarera con crías en un jaula no demasiado grande, todos debería poder volar por la habitación